El escritor escocés aduce que el enfrentamiento entre la Iglesia católica y los masones se remonta al siglo XVIII, un momento de encarnizadas luchas religiosas. «Para comprender la masonería hay que considerarla una religión de segundo orden, porque sus miembros pueden seguir cualquier credo. No se admite el ateísmo. La muerte es un elemento fundamental de las religiones y los rituales masónicos incluyen sus símbolos, así como los de la resurrección». Son muchos los personajes históricos que sucumbieron a los encantos de las hermandades secretas. Cinco reyes de Inglaterra, catorce presidentes de los Estados Unidos, Goethe, el Duque de Wellington, Churchill, Disney, Mozart, Kipling, Buffalo Bill y hasta el mismísimo astronauta Buzz Aldrin, hombre que pisó la Luna y los salones de los masones texanos, quedaron seducidos por el sueño de fraternidad de la masonería.