Olvidar puede ser una bendición y una maldición. Algunos de los que han experimentado un evento traumático parecen no poder olvidar, mientras que otros solo parecen olvidar todo y demasiado rápido.
Dilemas como estos han llevado a los neurocientíficos a preguntarse cómo funciona realmente el olvido en el cerebro y si se puede acelerar o ralentizar. Todavía están lejos de comprender el proceso lo suficientemente bien como para proporcionar respuestas. Pero un grupo de investigadores dirigidos por Harvard se están acercando un poco más.
En un nuevo estudio, los científicos que utilizaron gusanos C. elegans, un organismo modelo para la investigación del cerebro, descubrieron que olvidar no revierte los cambios en el cerebro que resultan del aprendizaje ni los borra, como sugieren algunas teorías.
En cambio, el olvido genera un nuevo estado cerebral que es diferente del que existía antes de que ocurriera el aprendizaje o del que existe mientras aún se recuerda el comportamiento aprendido. En otras palabras, lo que se olvida no desaparece por completo y puede reactivarse con una especie de salto inicial.