Sobre el papel Lord Edward Harley (1689-1741) era un aristócrata, un gobernante, pero lo que realmente le gustaba al conde de Oxford y Mortimer, lo que de verdad le quitaba el sueño, era el coleccionismo. Le pirraban el arte, las monedas, los grabados, las medallas, antigüedades… Y sobre todo los libros, una pasión que heredó de su padre junto a una abultada biblioteca con más de 600 volúmenes. A lo largo de su vida y gracias a la ayuda de empleados que se pateaban el extranjero a la caza de legajos extravagantes, Edward llegó a sumar miles y miles de manuscritos.
Cuando murió en 1741 todo aquello pasó a su viuda e hija, quienes en 1753 decidieron vender semejante montaña de papeles al país por unas 10.000 libras. Con el tiempo la conocida como Colección Harley —un legado que supera los 7.000 manuscritos, 14.000 cartas y 500 rollos— acabó siendo uno de los primeros fondos de la British Library. A pesar de su valor, del tiempo que lleva en manos de expertos y de que contiene algunas joyas, como el Salterio de Harley o el Libro de la Reina, el material sigue dejándonos alguna que otra sorpresa. Y de calado, además.